MARÍA EN LA IGLESIA

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Servidora del Señor

Hija de Sión, Colmada de gracia,
Virgen pobre, Morada de Dios,
María ha vivido su singular elección
en la humildad perfecta de Sierva del Señor.

Su predestinación y su función colocan a María en un lugar singular y privilegiado de la Iglesia; no puede darse la suficiente importancia a la grandeza de su elección y de su vocación.

Si estos títulos de María que hemos puesto en relieve están indicados o sugeridos por la narración de san Lucas, por las palabras del ángel y de Isabel, María, sin embargo, se atribuyó a sí misma un solo título, dos veces repetido: Servidora del Señor (Lc 1,38.48).

María, servidora del Señor, figura de la Iglesia

Y esta situación única de María en el plan de Dios, descuella tanto más cuanto que María las acoge en la humildad de su humanidad, en su obediencia de servidora del Señor.
En su humanidad María glorifica a Dios, y sólo a Dios, designándose
a sí misma como la humilde
servidora del Señor.

Si los demás títulos caracterizan
su predestinación, su elección, su vocación
y su función en el Plan divino,
el título de servidora designa
su humanidad, su naturaleza, su obediencia.

"María dijo entonces: 'Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho'... El Señor miró con bondad la pequeñez de su servidora...".

(Max Thurian, "María, Madre del Señor,
figura de la Iglesia"
, pp. 85-86)