Me ama y me protege

Todo comenzó el año pasado. En abril encontré a mi vecina sin vida en el baño, y fue un susto muy grande. Poco tiempo después tuve un desmayo en mi lugar de trabajo, presión alta y ritmo cardíaco aceleradísimo. Había días en que tenía que permanecer en cama por el malestar que sentía. Mientras tanto yo sufría otro golpe con la muerte de mi papá. Mi estado de salud era deplorable, visitaba al cardiólogo, al neurólogo y al clínico. No trabajé en todo el año. Pero como Dios nos ama profundamente, comencé a participar de la oración de sanidad con el P. Daniel en la Capilla San Francisco y Santa Clara.

Por entonces, el cardiólogo me recomendó que visitara al endocrinólogo, y éste me detectó un nódulo en la tiroides. También me hicieron los análisis que confirmaron el diagnóstico.

Fui derivada a un cirujano para que extirpara mi media glándula, ya que doce años atrás me habían extirpado la otra mitad. El médico fue muy crudo: había que operar porque todo estaba mal. Pero una imagen de Jesús que había en la pared me decía que sólo hablaba un hombre…

Se encontró la posibilidad de hacer una punción en el nódulo. Sin embargo esto no conformaba al doctor. Según él debían operarme sí o sí.

En esos días, durante una oración de sanidad, sentí un dolor agudo en la garganta, y deseos de dormir. Finalmente me invadió un sueño muy dulce.

Cuando llegó el momento de hacerme la punción, entré al quirófano (después de haber pedido una Palabra) con una paz que me sorprendía y que sorprendía a los médicos. Pedí que no me anestesiaran. Ellos trabajaron durante veinticinco minutos, mientras yo permanecía rezando. Sentí penetrar la aguja y un dolor agudísimo. Con sorpresa, la jeringa se llenaba de líquido, y el nódulo se achicaba enormemente. En el quirófano todo era alegría.

El doctor me previno que se podrían complicar las cosas, si se producía una inflamación producto de la intervención, pero nada de eso ocurrió. El resultado de la biopsia dio negativo, y mis problemas de salud poco a poco fueron desapareciendo.

Hoy, después de un año, continúo sin operarme. Mi problema neurológico desapareció, y no estoy tomando ninguna medicación. Trabajo nuevamente desde marzo. Sigo en el Camino, prestando servicio en todo lo que pueda. Estoy muy feliz y tranquila. Participo en las oraciones de sanidad, y no voy a terminar nunca de agradecerle al Señor, que me ama y me protege.

Jesús es la Esperanza que este mundo desconoce

Teresa M.
Cristo Vive Aleluia!
Nº 94, p. 32 (1994)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.