La voz del Espíritu

Una noche, la madrugada del 17 de febrero, me desperté súbitamente. Miré el reloj: las tres. Sin entender la causa de mi insomnio, traté de conciliar nuevamente el sueño. Una y otra vuelta, otra más y nada. Prendí la luz: "¿Qué me pasa…?". Al no encontrar respuesta pensé: "Bueno, aprovecho para orar…". Y así lo hice. Un buen rato y la oración se transformó en intercesión, y se destacó una moción interior: "Orá por Fulana". Bien, así lo hice, y al rato un sueño muy grande me invadió y me dormí.

Al día siguiente, una paciente mía que sufría de una grave depresión me confesó que aquel día a las 3 de la madrugada intentó dar fin a su vida. Yo escuchaba su relato con particular preocupación, hasta que la paciente lo concluyó diciendo:

Pero, doctor, ¡viera usted! Tuve tan presentes sus palabras de la última sesión que realmente comprendí que si tenía tanta fuerza como para quitarme la vida, también podía usarla para seguir viviendo. Y al otro día comencé a preocuparme por mi casa: arreglé mi jardín que tenía tan descuidado, limpié los vidrios, arreglé… —etc.

Muy bien, vamos muy bien —, dije inocentemente y, dando indicaciones médicas, la cité para el jueves siguiente.

He aquí lo curioso: terminé de anotar las consignas de la entrevista y caí en la cuenta de que la paciente se llama "Fulana". Quedando patitieso y tembloroso, no hice más que alabar a Dios por haber sido testigo del poder de la comunión de los santos, de la oración con poder de los miembros de Cristo, los unos por los otros.

Jesús es la Esperanza que este mundo desconoce

Dr. Luis S.
Cristo Vive Aleluia!
Nº 37, p. 26 (1983)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.