«Mi sueldo
era de Dios,
y yo era una simple
administradora
del 90%»

Cristo Vive ¡Aleluia! N° 179
 

El compromiso del diezmo

La propuesta del Evangelio abarca, entre otras cosas, la administración de los bienes en todos sus aspectos: el estilo de vida, el compartir fraterno, la conformación de realidades civilizadoras nuevas, el compromiso con el desarrollo temporal de la experiencia que se tenga como comunidad eclesial, etc. En El Movimiento de la Palabra de Dios, como fruto de la evangelización integral de la vida, existe un servicio llamado Capital del Señor [*].

Cuando nos anunciaron el Capital del Señor, sentí en el corazón la propuesta de Dios de diezmar. No entendía mucho y por momentos pensaba que era algo típico de una secta y que yo no quería participar de eso. Ofreciéndole estas ideas al Señor en la oración fui comprendiendo que como El Movimiento de la Palabra de Dios es un lugar que yo quiero construir, entonces tengo que sostenerlo, no sólo desde mi participación comunitaria, la oración y servicio, sino también desde el aporte económico.

Me asaltaban pensamientos del Mal que no quería que el Padre pudiera disponer de mí y de mis bienes. Pero yo privilegiaba en mi decisión la certeza de que al Señor le pertenece mi vida y de que, por eso, Él dispone de mi bolsillo.

Cuando tomé la decisión de comenzar a aportar en el Capital del Señor, mi único ingreso eran $50 por mes. El diezmo no era mucho, sólo $5, pero como la ofrenda de la viuda, el Señor me lo pedía. No era mucho, pero para mí, en mi situación económica, sí lo era.

Después empecé a trabajar y fue aumentando el sueldo. Pero siempre tuve la conciencia de que mi sueldo era de Dios, y que yo era una simple administradora del 90%, no del 100%.

En un momento tuve la necesidad de renunciar al trabajo que tenía y buscar otro que me ayudara desde lo económico a sostener el proceso de sanidad al que Dios me iba invitando.

Más tarde, recibí por providencia de Dios la posibilidad de elegir entre dos trabajos muy buenos, y empecé a cobrar un sueldo considerable y también a hacerme cargo de mis gastos.

Frente a esta situación, me pregunté nuevamente si tenía que seguir diezmando, porque quizás era mejor que aportara sólo lo necesario. Delante del Señor volvía a reconocer cuál era la invitación: lo máximo, que para mí era diezmar.

Hubo un mes en el que tenía que dar el adelanto para participar de una Convivencia de verano. Una mañana, camino al trabajo, pensaba que ese mes no aportaría, porque necesitaba esa cantidad para el adelanto. En seguida sentí que el dinero del adelanto no tenía que salir del diezmo, que si María quería que yo fuera ese año, iba a ser providente. Con la decisión de sostener el diezmo, llegué al Jardín. Al rato la directora me comunicó que habían reconocido un cargo y que me lo daba a mí, y eso significaba un aumento de sueldo importante.

Los ingresos siguieron aumentando, más aún cuando empecé a trabajar doble jornada. Nuevamente me pregunté si debía seguir diezmando. Cada vez el importe del diezmo era mayor. Yo tenía proyectos de ahorros, y si diezmaba en vez de aportar, podía ahorrar menos. Me lo pregunté, lo conversé con mis coordinadores y se lo pregunté a Dios. La respuesta que sentí en el corazón siguió siendo la misma: "diezmá".

En lo práctico, cada vez que cobro, lo primero que hago es separar el aporte del Señor, y después administro. En lo interior, es un constante discernimiento; se actualiza todo el tiempo. Seguramente si la propuesta hubiese llegado cuando trabajaba dos turnos, no sé si habría diezmado. Creo que aprendí a ser fiel en lo poco, para poder ser fiel en lo mucho. Pero definitivamente no es mérito mío, sino de la gracia de Dios que me hace ser consciente de que todo lo que recibí y recibo es por generosidad de Dios, y de que éste es el lugar de Iglesia donde quiero vivir. Porque en definitiva, la evangelización de los bienes tiene que ver con esa conciencia, y el aporte al Capital del Señor, con mi identificación con el carisma de El Movimiento de la Palabra de Dios. Así lo descubrí y lo vivo.

Jesús es la Esperanza que este mundo desconoce

Mariana V.,
Cristo Vive Aleluia!
Nº 179, p. 25 (2011)

El Capital del Señor está conformado con los aportes voluntarios y sostenidos a lo largo del tiempo de los miembros del Movimiento, y desde él se responde a las necesidades económicas misionales de la Obra.

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.