María nos va enseñando cómo vivir con poco
y compartir esto
con los demás

Cristo Vive ¡Aleluia! N° 151
 

Dios se manifiesta en los proyectos

Adriana y Silvio participan desde hace varios años de El Movimiento de la Palabra de Dios en Asunción del Paraguay. En este testimonio cuentan cuáles fueron las vicisitudes de la providencia en su camino al matrimonio

Una noche de enero de 2004 nos comprometimos en matrimonio después de cinco años de noviazgo, y con grandes ilusiones comenzamos los preparativos para nuestra boda. Teníamos plena confianza en que todo saldría bien y, aunque no teníamos casi nada, contábamos con nuestros trabajos que hasta entonces eran estables y seguros. El proyecto fue avanzando en medio de las charlas pastorales y el compartir fraterno, que nos confirmaban los pasos que debíamos dar y en qué momento.

Pero poco a poco empezaron a aparecer las dificultades: discusiones de pareja por las tensiones, roces con las familias por los preparativos de la boda y el miedo que acechaba nuestros corazones ante la idea de no poder concretar el casamiento. Con el paso de los meses, los hermanos de comunidad, familiares y amigos nos fueron obsequiando con mucha sencillez algunas cosas para la casa; y cada día el Señor nos sorprendía con su providencia.

Aquellos eran días de preocupación: trabajábamos mucho para ahorrar todo lo posible y tratábamos de ocuparnos de todos los detalles. Sentíamos que el Señor nos enseñaba algo nuevo cada día y que quería convertirnos en "nuevas vasijas".

Cuando faltaba sólo un mes para casarnos, en medio de alegrías y preparativos, Silvio perdió el trabajo, sin preaviso ni pago de sueldo. Parecía entonces que todo se venía abajo; nos angustiamos y en medio del dolor buscamos sostenernos en el Señor. Tratamos de cambiar nuestros reclamos por súplicas por un nuevo trabajo; nuestro enojo, por humildad y entrega.

Y Dios, que no se hace esperar, salió a nuestro encuentro durante un retiro. Allí, en una oración, le confiamos al Señor toda nuestra vida y, aunque teníamos el corazón puesto en el proyecto de la boda, nos abríamos a preguntarle qué era lo que Él quería. Entonces Dios puso en nosotros el anhelo de ser como la familia de Nazaret pobre, sencilla, donde primara el amor para que Jesús se sintiera recibido y amado.

En la semana posterior al retiro recibimos varias propuestas de trabajo porque los hermanos fueron acercando a sus familiares y amigos nuestra necesidad, hicieron una cadena de oración y búsqueda, a tal punto que en l5 días ambos contábamos nuevamente con un empleo.

Aún no temamos dónde vivir; el problema laboral había retrasado la búsqueda del departamento y todo se complicaba porque nos pedían mucha documentación para alquilar y, sobre todo, estabilidad económica. Nosotros seguíamos orando confiados en que, una vez más, Jesús y María nos mostrarían el lugar. Y así fue: María nos condujo hasta el departamento que hoy es nuestra casa.

En la entrevista con la dueña del departamento, nos enteramos de que era devota de nuestra Madre; le oraba pidiendo por personas que supieran cuidar su departamento. Nosotros le contamos que también orábamos pidiendo por un lugar así, que estuviera bendecido por María. Nos alquiló la vivienda sin muchos trámites, sólo nos pidió una parte del dinero, nos obsequió un mes del alquiler y dijo que podíamos abonar la otra parte en los meses venideros.

Llegó así el día del casamiento y sentíamos que el Señor, con manos de alfarero, había hecho de nuestro lodo vasijas nuevas, más grandes, para poder recibir la vida nueva con todas sus gracias.

Los hermanos de comunidad y familiares hicieron posible la ceremonia religiosa y el brindis. Todos compartieron lo que tenían y celebramos juntos. Desde ese día, no falta en nuestro hogar la providencia. María nos va enseñando cómo vivir con poco y compartir esto con los demás. Sentimos que el amor de Jesús es inmenso y que nos invita a anunciarlo a los hermanos como el Señor de nuestras vidas.

Nosotros confiamos en el Señor
¡Él nos ayuda y nos protege!
Nuestro corazón se alegra en el Señor;
confiamos plenamente en su Santo nombre.
¡Que tu amor, Señor, nos acompañe,
tal como esperamos de ti!

(Sal 33,20-22)

Adriana y Silvio C.
Cristo Vive Aleluia!
Nº 151, p. 23 (2006)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.