¡Qué importante es abrirse al Espíritu, recibir las gracias y permanecer con Él, fieles a
la relación esponsal
a todos los niveles!


 
 
  Cristo Vive ¡Aleluia! N° 30
 

Una familia entregada al Señor

Daniel Rodríguez Novo y Margarita Ridruejo comenzaron su camino de oración, Margarita en el Grupo Universitario de Flores Janer (1974) (*) y Daniel, en el entonces Centro de Belgrano, en 1975. Iniciaron su noviazgo "en el Señor" en enero de 1976, y desde entonces han vivido entregando sus pasos al Señor. Actualmente desarrollan su vocación pastoral en la coordinación del Centro de Núñez. Margarita trabaja como psicopedagoga (en su domicilio) y como maestra en el Colegio Santa Unión. Daniel —además de trabajar en una oficina— completa su formación como abogado. Con alegría presentamos su testimonio del amor del Dios fiel que no desoye a los que en Él confían su propia vida

Al querer contar la gracia de la presencia de Jesús en nuestra pareja, lo primero que nos sale es un «¡Abba, Padre!» «El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios» (Rom 8,16).

En la alabanza, sintiéndonos hijos amados y protegidos, recordamos la gracia del Cursillo de Evangelización '76, los primeros pasos de nuestro noviazgo, aquel Te entregamos, Señor en el que nos dispusimos para que Él hiciera en nuestra debilidad su Voluntad, para que Él nos condujera allí donde todavía no veíamos claro. Somos testigos del amor de nuestro Dios y por eso anunciamos sus maravillas.

EL CAMINO

La gracia del Señor fue muy grande. Él nos acompañó siempre regalándonos grandes alegrías y también haciéndonos descubrir el sentido del camino de la Cruz, haciéndonos crecer en el desierto. Y no porque fuésemos siempre fieles. ¡Cuántas veces nos preguntamos: ¿Hemos ido cambiando los valores fundamentales de la pareja? ¿Qué valor tiene hoy en nuestra pareja ser cristianos comprometidos, trabajar por la expansión del Evangelio, vivir los valores evangélicos, aceptar la voluntad del Padre, vivir su Providencia?

No podíamos negar esos valores de plano, pero nos dábamos cuenta de que muchas veces los dejábamos cubrir por el polvo del mundo, de la comodidad, de nuestros gustos.

Los trabajos, los estudios, el tiempo para vernos… ¡Tantas cosas para hacer! Sin darnos cuenta esto hacía que descuidáramos aquello que era nuestra fuerza: nuestra oración, la Palabra de Dios, nuestro compartir espiritual…

Así llegaron algunas crisis y nuevas preguntas: ¿Estamos convencidos como antes, de la vida en el Espíritu, de vivir la Palabra? ¿No estamos viviendo una actitud regresiva, de cristianos comprometidos a cristianos convencionales?

Muchas veces nos cuestionábamos ante las nuevas realidades de vida, si manteníamos los valores que habíamos asumido en el Cursillo o si solapadamente hacíamos lo de un gran número de jóvenes: aparece la pareja, la profesión, nos casamos y dejamos todo lo anterior; "eso era para una etapa de nuestra vida…"

 

Sin embargo, Jesús vencía en nosotros. Él nos guiaba con su Amor, nos renovaba y aún aquello que más nos costaba se iba iluminando.

Fuimos y somos testigos de la fidelidad de Jesús en nosotros. Fuimos y somos testigos de Jesús cumpliendo sus promesas en nosotros, hablándonos al corazón, previniéndonos del peligro, haciendo providencia en nuestras vidas.

LA PROVIDENCIA

Él nos fue mostrando el camino de la oración en alianza frente a las dificultades y allí descubrimos su Providencia. «Por eso les digo: No se angustien pensando qué comerán para mantener la vida ni con qué se cubrirán el cuerpo» (Mt 6,25).

Es así, hermanos, que fuimos confiando, entregando y orando cada paso de nuestra pareja al Señor, hasta que el Buen Pastor —cuando lo creyó conveniente— nos mostró concretamente que el tiempo de recibir el Sacramento del Matrimonio había llegado. Nuestros corazones saltaban de gozo, pero había algunas realidades que todavía no estaban resueltas: como el lugar donde iríamos a vivir… Pero nosotros recordábamos que tenemos un Dios que cumple siempre sus promesas y que es fiel; por eso en el interior de nuestro corazón se repetía: «Busquen el Reino de Dios y su justicia y todas esas cosas se les darán por añadidura» (Mt 6,33). Continuamente orábamos al Señor para que nos indicara el lugar donde quería que viviéramos; mientras tanto buscábamos en los diarios las posibilidades que se ofrecían para alquilar; caminábamos y buscábamos mucho pero sin dejar de confiar en la Providencia del que nos engendró.

Como el Señor nunca nos defrauda, un día cuando estábamos orando y poníamos en sus manos todos los preparativos de la boda, desde el templo donde debíamos casarnos hasta la vivienda, Jesús inspiró a Daniel una dirección: Av. Gaona al 1200.

Al terminar de orar fuimos hasta donde el Espíritu nos había inspirado y nos encontramos con la Plaza Irlanda. Dimos una vuelta por los alrededores pero nada nos indicaba qué nos había querido decir el Señor con esto.

Buscamos mucho y por varios lugares. Sobre el plazo que nos habíamos puesto para alquilar surgió una posibilidad "increíble": era a treinta metros de dicha plaza. Ahí vivimos hoy.

Tres días antes de comenzar las clases, a "Marga" (que trabajaba en el centro) le ofrecieron otro colegio, el cual le implicaba un considerable ahorro económico y de tiempo por el viaje (tres horas diarias). Allí es donde hoy trabaja: frente a Plaza Irlanda.

¡Y cómo dejar de ver la Providencia manifestada a través del amor de los hermanos, sus servicios, el compartir fraterno! Desde las fotografías hasta el auto, desde la preparación del templo hasta los cantos, los regalos y mucho más que sería largo enumerar.

«La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era común entre ellos» (Hch 4,32).

En todo esto, hermanos, comprobamos cómo Jesús realmente nos ama, nos cuida y nos acompaña, cuando nuestra vida intenta caminar en el cumplimiento de su Voluntad, con el corazón dispuesto a servirlo en los hermanos.

EL MATRIMONIO

Poder servir unidos a la Obra es una de las gracias más grandes. No por nuestros méritos, sino por la elección que hizo el Padre en nosotros: el llamado a ser pareja del Espíritu, ser pareja del Evangelio, ser pareja testimonio para el mundo que nos rodea.

La historia de nuestras vidas continúa. Hoy, a los cuatro meses de haber recibido el sacramento del matrimonio, el Señor sigue obrando en nuestra pareja dándonos la gracia de la oración constante y una alianza nueva desde su sacramento. Es mucho lo que nos queda por crecer y caminar, pero Él nos pide que no nos preocupemos; la administración de nuestros bienes, la realidad de los hijos, nuestras ocupaciones, que todo lo vivamos desde el Evangelio.

Sabemos que en su Palabra encontramos la luz, que debemos afianzarnos en ella. En ella creceremos, por ella nos fortaleceremos, en ella nos alimentaremos, ella nos hará libres.

Somos y seremos felices en y por la Palabra de Dios, lo somos desde su Providencia sobre nosotros.

El mundo busca una felicidad que no es la Dios; Él nos da la felicidad de vivir el Evangelio. Hoy tan sólo somos semilla, pero el Señor nos muestra el camino. Él le habla a las parejas y les dice:

«Cuiden en todo momento de trascender el amor que se tienen. Cuiden en todo momento de no centrarse en la realización del amor humano. Realícense en el Amor del Reino. Abran sus parejas al Reino, a las necesidades del Reino. Confíen en mi Providencia. Necesito parejas entregadas para el anuncio de mi Palabra. Busquen en mí el equilibrio.»

Él quiere iglesias en cada familia, no las quiere cerradas. Quiere que construyamos el mundo nuevo; todo depende de nuestra fidelidad al Espíritu.

El camino es difícil, seremos contradichos, pero no debemos temer al fracaso ante el mundo pues en Él seremos fecundos. Él nos anima y nos cuida en lo que cueste. Él estará presente entre nosotros.

Margarita y Daniel
Cristo Vive Aleluia!
Nº 30, p. 12 (1981)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.