«He venido
a traer fuego
sobre la Tierra,
¡y cómo desearía
que ya estuviera ardiendo!»
(Lc 12,49)

Cristo Vive ¡Aleluia! N° 12
 

Cristianos ardientes

Sábado Santo. Noche de gloria. Atrás quedaban los tres días del retiro de Pascua V, muy fresco aún en más de 250 rostros que habían visto al Señor pasar por sus vidas.

Sábado Santo. La Iglesia toda se aprestaba al nacimiento del día luminoso y eterno, comienzo de una historia nueva.

Me senté cerca de un gran fuego en el patio de la parroquia. Pesaba en mí el cansancio de mi cuerpo, sostenido y reanimado por el gozo de la Resurrección. Pronto ese fuego sería bendecido, y daría su luz al cirio pascual.

Siempre me gustó mirar el fuego, perderme en el incesante movimiento de las llamas. Pero esta vez fue diferente. Claramente, se insinuaban en mí pensamientos que iban completando un tema.

El fuego. Muchos leños ardiendo juntos en un solo fuego. Cada uno aportaba su don: el quebracho, el álamo, la maderita de cajón. Pero todos hacían un solo fuego. Todos ardían unidos en la misma pasión de entregarse por la obra común.

Leños antiguos, ya hechos brasas, fundamento sólido y garantía de autenticidad. Inconmovibles en la tormenta. Capaces de comunicar eficazmente su vida. Totalmente entregados ya a su misión de fecundar a los nuevos con la transmisión de la vivencia común.

Y troncos nuevos, quizá hasta un poco verdes, se agregaban arriba para ser purificados y plenificados en el servicio. Leños jóvenes que ardían crepitando y siseando su transformación, su conversión, su inclusión en la comunidad ardiente, su participación en el espíritu común de la hoguera.

El fuego. Luz y calor. Luz en la montaña para los que están lejos y buscan su hogar a tientas. Luz potente que descubre la indigencia del que se acerca. Y calor que se irradia, que vence los temores y penetra las barreras, que edifica la confianza y la alegría, que anima a la vida plena e invita a la comunión.

    Cristianos ardientes

"Hermanos, he visto a lo lejos su luz. Me he acercado a ustedes, y me han restaurado con su calor. Ahora veo claramente; la luz entre ustedes ha iluminado mis pasos. Ahora me siento vivo; el calor de ustedes me ha despertado.

"Hermanos, recíbanme entre ustedes. Quisiera ser útil para muchos que quedaron lejos. Acepten mi pobreza. Quiero arder como ustedes. Quiero arder con ustedes. Todo mi ser ansía fundirse en esta unidad".

Y un nuevo leño es bienvenido al fuego. Alegría en el Cielo, regocijo en los hermanos. Tal es la fecundidad de la entrega de cada uno. Serena alabanza al Padre.

El fuego transforma lo que toca. Purifica la virtud; consume lo viejo. No se puede embotellar. Se contagia irresistiblemente. No cabe la indiferencia. Hasta la piedras se hacen líquidas bajo su abrazo.

Comunidades ardientes en el Espíritu de la Palabra de Dios. Comunidades nacidas de la Pascua actual y eterna de Jesús. Comunidades que proclamen concretamente el Señorío de Jesús. Comunidades que vivan en el poder de la Alianza del amor mutuo. Santidad de Cuerpo; plenitud de comunión. Éste es el mandato; éste es el camino.

Carlos

Carlos E. Yaquino,
Cristo Vive Aleluia!
Nº 12, p. 7 (1978)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.