ANUNCIO

Siguiente

La Maternidad de María

(Marco para una contemplación imaginativa:
Jn 19,23-30).

"¡Mujer, aquí tienes a tu hijo!" Juan, discípulo mío, "¡aquí tienes a tu madre!" (cf. Jn 19,26-27). Con estas palabras, el Hijo de Dios que se ofrecía en la cruz, revelaba y alertaba a su discípulo y en él a su Iglesia sobre el misterio de María a los ojos de Dios.

Jesús moría, resucitaba y fue a sentarse a la derecha del padre como Sumo y eterno Sacerdote intercesor de la nueva alianza (cf. Heb 9,15). María quedaba, primero en la Tierra y luego desde el Cielo para cumplir su misión de ser, permanentemente, madre.

Cuando celebramos la fiesta de Navidad, estamos celebrando el nacimiento de Jesús y consiguientemente, la maternidad de María. María de Nazaret es la madre del Jesús de Belén. María es madre, en primer lugar, porque acogió en su seno a la Palabra eterna de Dios y le dio carne humana: "Concebirás y darás a luz un hijo y le pondrá por nombre Jesús; él será grande y se lo llamará Hijo del Altísimo" (Lc 1,31-32). "Él salvará a su Pueblo de todos sus pecados" (Mt 1,21).

"Y la Palabra —dice San Juan— se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad" (Jn 1,14). La grandeza de María no proviene simplemente del hecho de ser madre. Le viene de la Grandeza de su Hijo, de ser madre del Hijo de Dios hecho hombre.

"El Padre quiso una madre para su Hijo encarnado a fin de que naciera de modo verdaderamente humano. Al mismo tiempo, quiso una madre virgen, como signo de la filiación divina del Niño" (Juan Pablo II, Catequesis del 29-4-98).

Y ahora viene la segunda novedad de la maternidad de María. La que Jesús nos revela desde la cruz al realizar la redención del hombre.

María es madre, en segundo lugar, porque también es por ella que llega a nosotros, la Vida nueva de Jesús. Esa vida no sale de ella si no es por Jesús en ella y la comunica a los que se hacen discípulos de su Hijo.

Esta Vida nueva no viene de María sino de Jesús. Pero esta Vida nueva de Jesús nos viene por María. María es la puerta de la Tierra para el Cielo. María es la Madre de Jesús, y ella nos da la Vida nueva en Jesús. Y quien nos da la Vida nueva es la Madre del hombre nuevo. Y esto es lo que nos revela Jesús desde la cruz: su Madre, es también, de modo diverso pero propio y real, madre nuestra. Al comprometer su vida con Jesús, María la compromete también con nosotros, con la humanidad de todos los tiempos.

María es nuestra Madre en el orden de la gracia y como tal está presente en el nacimiento de nuestra conversión y acompaña maternalmente el crecimiento de nuestro hombre nuevo (cf. LG 62) hasta llegar "al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo" (Ef 4,13).

"La maternidad de María es un don que Cristo mismo hace personalmente a cada hombre" (RM 45).

P. R.