Un encuentro entre el Cielo y la Tierra

Quince días antes de la Pascua, el Señor nos sorprendió con la partida de Mónica hacia la casa del Padre; una hermana de 25 años del Centro Pastoral San José, Córdoba. Sabíamos que su enfermedad era seria, la habíamos acompañado en momentos muy difíciles y comprometidos de su salud, pero Jesús quiso regalarnos una Pascua a su lado.

En la última reunión de Mónica con su comunidad, el texto anunciado fue: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todo tu ser… y a tu prójimo como a ti mismo» (Lc 10,27). Sintéticamente, en su compartir de ese día, entre otras cosas nos expresaba:

"… Pude decirle al Señor que ya no le pongo condiciones: ahora lo único que me importa es hacer lo que vos quieras, hacer tu voluntad, Jesús. Ya no quiero ser una chica buena. ¡Quiero ser santa! Y estoy feliz por eso…"

Su compartir fue como un canto de victoria. Nos llenó de vida. Al terminar la reunión la Palabra fue: «Pero nosotros llevamos este tesoro en vasijas de barro para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros sino de Dios» (2ª Cor 4,7).

Cuatro días más tarde Mónica estaba internada. Por providencia de Dios ese día jueves pudo confesarse y comulgar. Más tarde me miró como si no hicieran falta las palabras y me dijo: "Lili, preparáme una linda despedida en la Sede". Yo sabía bien a lo que se refería, ya habíamos hablado en otras ocasiones de este momento y cómo quería ella que la despidiéramos: con cantos, con oraciones, con sencillez y florcitas de colores, y en la Sede del Movimiento que para ella había sido un lugar de tantos encuentros con Dios y con su comunidad. De todas maneras me salió una broma:

— Moni, ¿estás pensando en pasarte a otro Centro Pastoral y querés la despedida?

— Me voy al Centro del Cielo —me dijo, y no hicieron falta más explicaciones. Comprendí que el momento de su partida se acercaba y que ella lo sabía bien. A las pocas horas comenzó a agravarse su cuadro y pasó a terapia intensiva.

En la noche del viernes recibió el sacramento de la Unción de los Enfermos. No podía hablar pero estaba consciente. Reconoció al P. Walter y a Jesús crucificado en una estampa. Después de leer la Palabra, Walter le expresó: "Por tu entrega Mónica muchas ovejas van a volver al rebaño del Señor". Ella asintió con su cabeza mientras corrían lágrimas por su rostro, lágrimas de amor pastoral aliado a Jesús, su Maestro.

El sábado fue un día de oración y dolor. Por la tarde los médicos nos informaron de la gravedad de su estado, estaba inconsciente pero sentí que tenía que hablarle. Sabía que de algún modo podría escucharme, entonces me acerqué a ella y le dije: "Moni, ya está. Ya luchaste hasta el final. ¡Ahora saltá! El Padre te recibe. ¡Animate!" Le di un beso en la frente y salí. Pedí una Palabra al Señor y me dio: «Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo, pero si muere da mucho fruto» (Jn 12,24). Yo no sabía que ese era el Evangelio de aquel domingo. A los 20 minutos nos avisan que había tenido un paro respiratorio y momentos después partió.

Mónica siempre me decía que le costaba obedecer pero Jesús le dio la gracia de ser «obediente hasta la muerte» como ella tanto lo pidió.

La despedida de Mónica fue tal como ella la había deseado. En el lugar de sus reuniones comunitarias, con toda sencillez y presencia de Dios. En una profunda unidad, su familia natural y su familia de El Movimiento de la Palabra de Dios. Se sucedieron cantos y oraciones. Reinaba una gran paz y presencia de Dios. Muchos expresaban haber recibido gracias de sanidad, de liberación, de avivamiento de la fe. Llamaba la atención su rostro, sereno y bello, estaba vestida de fiesta, es que en realidad nuestra hermana partía hacia una GRAN FIESTA.

La mañana del domingo realizamos una hermosa oración de alabanza ecuménica, con el Pastor de la Iglesia evangélica a la que pertenece su mamá. Otro sueño de Mónica, la unidad de todos los cristianos. "¿Alguna vez podremos orar todos juntos?", me dijo un día. "Acá, tal vez, pero en el Cielo, seguro", le respondí.

Y llegó el momento del entierro. Vivimos ese momento como un encuentro entre el Cielo y la Tierra. Muchos percibimos la cercanía del Señor y de los Santos. Todos teníamos la certeza de que las puertas del Cielo ya se habían abierto para nuestra hermana.

El Señor le regaló a Mónica un corazón pastoral y un corazón de discípulo. Y quiso regalarnos a nosotros la santidad de nuestra hermana para que podamos decir al mundo: es posible vivir el Evangelio; ¡es posible ser santo!

La Pascua de Mónica se prolongó en nuestra Pascua, que floreció en entregas, conversiones y decisiones por el Evangelio de muchos hermanos, especialmente de muchos jóvenes por los que ella ofreció su vida.

Sabemos que la entrega de la vida no se improvisa; se va madurando paso a paso. Esta es una de las tantas cartas que Mónica escribió al Padre a lo largo de su camino:

Córdoba, 12/01/98. Año del Espíritu Santo.

Abba, desde mi oración en Getsemaní quiero sellar mi alianza con vos, con tu corazón de Padre a imagen de mi Maestro, poder decirte: "aquí estoy para hacer tu voluntad".

Tengo en el corazón una mezcla de miedo y confianza. Mi felicidad es hacer tu voluntad. Ya nada podrá separarme de tu Amor. Vos serás mi Padre y yo seré tu hija, y aunque en esto se me vaya la vida, quiero sellar esta alianza. Quiero ser tuya, toda tuya, sólo tuya. Quiero ser santa.

Que esta alianza eterna arda tanto en mí que ya no pueda callarme tu amor, tu Palabra, tus maravillas.

Padre, te amo, y de eso no duda el corazón. Soy tuya, esa es mi respuesta y mi elección. Estoy disponible. Quiero vivir el amor y la entrega. Asociarme a vos para la salvación de los hombres. Levantar en alto tu Palabra. Vivir en la fraternidad la alianza. Hacer de la oración y la Eucaristía mi alimento. Tomar a María como Madre y modelo.

Dame la gracia. Siento el llamado a vivir esto. El Amor. La Alianza con el Padre, a través del Hijo por obra y gracia del Espíritu Santo.

Moni

Lili Guita en 2009

Lili Guita
Cristo Vive Aleluia!
Nº 123, p. 26 (2000)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.