Orar y confiar

Una vez más Dios me mostró su gloria y el poder de sus manos. Me resonaba en el corazón aquella frase que tanto nos recordaba Jesús: «Pidan y se les dará».

Yo no creía en el poder de la sanación, mi falta de fe me llevaba a pensar que los milagros ya no podían ocurrir, que Jesús había curado solamente a los ciegos que se toparon en su camino, a los paralíticos que habían pedido su ayuda, a aquellos que estaban gravemente enfermos y que con sólo creer fueron curados.

Repetía mecánicamente en la Eucaristía: «no soy digna de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme».

Hacía unos cuatro años que en mis manos empezaron a aparecer testes, que los médicos llamaban verrugas vulgares. Se fueron reproduciendo, apareciendo en distintos lugares de las manos. Probé diferentes tratamientos, todos muy dolorosos, pero ninguno daba resultado, cada vez los tenía peor. Desde el punto de vista estético me molestaban bastante, pero mucho más me molestaba el dolor.

En ese tiempo vivía muy alejada de Dios, mi fe había decaído casi totalmente, probaba todo lo que me decían. Hasta había ido a dos curanderas para ver si me los podían 'curar de palabra', como ellas decían. Pero cuando pude descubrir a ese Dios vivo que me anunciaron en el primer retiro de Pascua que hice en 1997, entendí que su amor lo podía abarcar todo.

A mitad de ese año, animada por el coordinador de mi grupo, por una amiga que tenía en ese tiempo, que seguía la denominación evangelista, pero sobre todo animada por el Espíritu de Dios, comencé a orar sanación sobre cada uno de mis testes; todas las noches oraba insistentemente sobre cada uno de ellos confiando plenamente que Dios escucharía mi oración.

Para mi sorpresa y la de muchos, al tiempo, los testes comenzaron a achicarse hasta que desaparecieron totalmente. Dios había escuchado mi oración. Ya no podía tener dudas, el poder de Dios una vez más se había manifestado, Jesús me había sanado a mí también.

Jesús es la Esperanza que este mundo desconoce

Susana D.
Cristo Vive Aleluia!
Nº 121, p. 20 (2000)

© El Movimiento de la Palabra de Dios, una comunidad pastoral y discipular católica. Este documento fue inicialmente publicado por su Editorial de la Palabra de Dios y puede reproducirse a condición de mencionar su procedencia.